“Mi celda está en penumbras, salvo por un pequeño haz de luz procedente de un led situado en una de las paredes de la habitación, que me permite ver mi silueta recortada en el muro. Junto a mi colchón, mis cuadernos y los platos sucios de comida. La luz se va apagando al mismo ritmo que mi esperanza de salir con vida de este agujero. Me hundo en una profunda desesperación”.
La
nueva entrada que estáis a punto de leer es sobre el libro escrito
por Antonio Pampliega, un periodista secuestrado por Al Qaeda
que explica su experiencia, convirtiéndose en el primero que lo
hace. Y al cual admiro enormemente desde el preciso momento en que
terminé de leer su historia.

La
pesadilla comienza en Julio de 2015, cuando Antonio, junto a otros
dos periodistas (Ángel Sastre y José Manuel López), cruzan la
frontera de Turquia en dirección a Siria. Es el duodécimo
viaje que hace a la zona pero desde el primer momento nos transmite
que siente que algo no va bien. De repente, en uno de sus viajes
dentro de las zonas conflictivas, una furgoneta les corta el paso.
Una
vez que lo secuetran sus secuestradores si piensan que Antonio es un
espía por lo que se lleva la peor parte. Aún así lo que más me
gusta es que no entra en detalles de maltrato, vejaciones,
situaciones de límite, pero aún así te hace vivirlo y te pone el
vello de punta.
Las
páginas dónde explica su día a día secuestrado parece más bien un diario ya que además está escrito en primera persona. De echo, son
las notas que va escribiendo en su celda durante los 300 días que
dura el secuestro, palabras que dedica a su hermana menor, con tal de
mantener viva la esperanza de poder volver un día a casa.
“No
soporto más golpes, ni más humillaciones, ni más vejaciones, mi
más sadismo, ni más amenazas de muerte, ni más insultos, ni
más interrogatorios, ni más risas a mi costa. Sí, cada vez que
pueden me aprietan hasta que rompo a llorar y luego les puedo
escuchar riéndose de mí. Pero aún no han conseguido que llore
mientras me golpean. Aún me queda un poquito de dignidad. Eso es lo
único que conservo. Lo demás… me lo han quitado”.
Como
él dice, con su historia, quiere dar voz a todos aquellos que no han
podido hacerlo. Me ha sorprendido, y al mismo tiempo me ha parecido
brutal, el sentimiento de culpa que sufre Antonio durante todo su
encierro. Lo veo tan, tan injusto… Que evidentemente es incluso
entenderlo sin vivirlo. Y ojalá no lo viva nadie más y los secuestros pasen a ser recuerdo (de los malos) y jamás sea necesario
volver a escribir algo así.
Lo
recomiendo y además me ha “gustado”. Pero si no me hubiese
enganchado lo recomendaría igual con tal de que todo el mundo pueda
llegar a sentir la bofetada de realidad que esconde el libro entre
sus páginas. Y es que un día escuché el fanatismo religioso tiene
muchísimo que ver con la miseria que sufren algunos países, y aquí
lo vemos plasmado perfectamente.
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